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martes, 13 de marzo de 2018

Dedazos

Hoy he vuelto al British Museum. Sólo he avanzado un par de salas más. A este ritmo, un par de salas a la semana, y no todas las semanas, tendré que quedarme aquí un par de años para completarlo... jejeje...

Hoy he llegado hasta la mitad de la sala 4. Me encanta esto de poder ver un museo como éste a este ritmo, un par de salas por semana más o menos. En realidad, hoy ni siquiera he terminado la sala 4, la dedicada a la escultura egipcia: me he quedado más o menos a la mitad, donde está la Piedra de Rosetta.

No sé mucho sobre ella, pero es uno de esos objetos que siempre me han fascinado, como la Venus de Willendorf, el calendario azteca o el Universo de Sengai Gibon o Stonehenge. Una de esas muchas cosas (objetos, sitios, edificios...) que tengo en la lista de cosas que me gustaría ver al menos una vez antes de morirme.

Y hoy, frente a la vitrina, pensaba en las miles de personas que pasan cada día por aquí. Seguramente son millones al año que se paran delante, miran (miramos) las líneas de símbolos que ninguno entendemos, pero que seguimos como si las leyéramos. Señalamos con el dedo, mostramos a quien nos acompaña unas letras en particular, alguna marca de la piedra, algo que nos llama la atención... y durante el día se van acumulando en el vidrio de la vitrina docenas de marcas de esos dedos que señalan...

Algún día iré a primera hora, a ver qué pinta tiene ese cristal cuando todavía está limpio, cuando aún nadie se ha asomado a hacer como que descifra esas letras que (casi) nadie puede leer...

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