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domingo, 25 de marzo de 2018

The Churchill Arms

Hoy he estado comiendo con dos compañeras del cole en The Churchill Arms. No es un invernadero, ni un puesto de Portobello Market, ni un almacén de cacharros viejos... aunque lo parece en la foto que he colgado.
En su web se presentan como truly british eccentricity y se nota. Es un antiguo pub lleno de cosas: cientos de fotos de Churchill y cientos de plantas colgando del techo y relojes y espejos y carteles y escobas y nidos para pájaros y cuadros con mariposas y una urna con animales disecados y no sé cuantísimas cosas más... A pesar de su aspecto taaan inglés cuando entras, en realidad la carta tiene comidas tailandesas.
En fin, un sitio peculiar, interesante, tranquilo y en el que se come bien y barato. ¡Me lo apunto para futuras ocasiones!

Al volver hacia casa iba hablando con Waldina de cómo la vida (o el universo o el destino o las ganas o lo que sea) nos colocan en un lugar o en otro y cómo se nos presentan las oportunidades para estar aquí o allá.
Llevo aquí casi cuarenta días. Antes de venirme andaba un poco perdido en La Cabrera y con ganas de cambio. Y de repente, el mensaje de Rosa y al cabo de un par de semanas estoy en Londres: casa nueva, trabajo nuevo y nueva gente.
Aún no sé a dónde me va a llevar este cambio, pero desde el primer día soy consciente de que el simple hecho de que me haya sacado del atasco y la incertidumbre en que estaba ya ha merecido la pena.
En esos días en que había enviado el cv y aún no me habían contestado, las pocas personas a quienes se lo había contado, especialmente María, tenían clarísimo que era para mi. Lo tenían mucho más claro que yo. Y efectivamente aquí estoy.

¡Seguimos!

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