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domingo, 22 de abril de 2018

Descubrimientos

Hoy ha sido un día larguísimo y agotador en el que he visto un montón de cosas interesantes...

Lo primero es antes: por la mañana he ido con Hortensia, una compañera profa, a la Reading Room de la British Library, en el Museo Británico.
Una belleza.
Una experiencia de esas que sospecho que recordaré durante toda la vida.
Una emoción gigantesca sentir que durante unos minutos estás en uno de esos lugares en los que se ha creado el mundo en el que vivimos.
Me gusta decir que no soy muy fetichista, pero sé que seguramente no es del todo cierto. Y creo que éste es uno de esos lugares que voy a conservar siempre en la memoria.
Además de ser un espacio maravilloso, da un vértigo enorme, al menos a mi, pensar en las miles de personas que han pasado por allí a compartir y crear conocimiento. Y da aún más vértigo pensar que entre muchas de esas personas anónimas también han estado bajo ese techo, leyendo, pensando y creando, Marx, Gandhi, Woolf, Dickens, Darwin, Lenin, Kipling, Orwell, Mark Twain, Stoker, Russell y tantísima otra gente...

Parece ser que, desde hace veinte años que se trasladó la biblioteca a un nuevo edificio y se dejó aquí sólo esta sala, se abre al público en rarísimas ocasiones. Y hoy ha sido una de ellas. Y hemos tenido la suerte de poder estar. Parece ser que no hay ningún motivo claro para que esté cerrada. Cuando preguntamos por curiosidad, una chica de las que organizaba el evento nos dice que hay algo político. Una señora muy mayor que nos cuenta que ella fue usuaria de la biblioteca y nos explica cómo se pedían los libros y cómo se usaban los atriles, nos dice que por favor escribamos a la biblioteca y al museo diciendo que se use la Reading Room, que es un crimen tenerla cerrada.
Parece que es un problema de políticos y de egos: no está claro de quién es la sala, si del museo o de la biblioteca, ni quién puede usarla. Y unos por otros, la casa sin barrer.

La excusa para abrirla en esta ocasión ha sido un festival que se está celebrando estos días en el museo en el que, entre otras cosas, se están ejecutando algunas obras musicales del siglo XX. Y hoy han hecho una ¿interpretación? del Poema sinfónico para 100 metrónomos de György Ligeti, una obra extraña, hipnotizante y provocadora que yo conocía de haberla escuchado en disco y haber leído sobre ella pero que, por supuesto, nunca había visto en vivo.
[Por cierto, en una esquinita de la foto que he hecho, se pueden ver algunos de los metrónomos...]

En fin, una experiencia inolvidable que, unida al concierto de ayer, ha redondeado un fin de semana muy musical...


Luego Hortensia me ha dicho que había quedado con una amiga y que iban a ir a una visita guiada sobre graffitis y arte urbano en el barrio de Whitechapel. Y eso ha sido otra historia... como para contar en otro momento. Todo un descubrimiento.

Y entre medias, nos hemos cruzado con la maratón. Y al ver a la gente correr, agotadita ya en el km 36, me han vuelto a entrar las ganas y la envidia de verme ahí...

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