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jueves, 5 de abril de 2018

Vitamina D

Ha salido el sol.
Por fin.
Demasiados días neblinosos, húmedos, con poca luz, caminando sin sombras por las calles y los parques...

Y hoy, de repente, la presunta primavera que no acaba de llegar a esta ciudad nos ha regalado un día de sol y luz y colores y sombras.

Los primeros días en el cole me hizo gracia oír tantas conversaciones sobre el sol (la falta de sol, mejor dicho), la piel blanquecina y la (falta de) vitamina D en estas latitudes. Era mediados de febrero y muchxs profes del Cañada acababan de regresar de España de estar recargando sus reservas, poniéndose al solete aunque fuera a mitad del invierno.
Al principio me pareció que era una broma habitual entre ellxs. Pero con el paso de los meses he comprobado que poca broma con lo de la vitamina D y la falta de luz y con que el sol se ponga en invierno a las tres o las cuatro de la tarde.
(Un buen tema a tener en cuenta para quienes se plantean pasar aquí un curso completo. O varios.)

Así que después de tanto tiempo echándolo de menos, lo de pasear hoy haciendo la fotosíntesis, comer un packed lunch sentado en los escalones de la plaza y ver mi propia sombra al andar, ha sido un gustazo muy disfrutón.


Hoy, después de dar una clase de química a primera hora de la mañana, me he ido a dar una vuelta por la National Gallery. Ya he contado aquí alguna vez el gusto que da esto de poder ir gratis a estos museos maravillosos, ver unas pocas salas disfrutándolas sin empacharte y luego salir a dar un paseíto para digerir lo que acabas de vivir dentro.
Un gusto.
Esta mañana he dedicado un rato a las salas más antiguas del museo: Botticelli, Leonardo, Mantegna, van Eyck, Durero, Memling... en fin... un lujo que estoy disfrutando muchísimo.

Cada vez que voy a alguno de los museos de Londres no puedo evitar acordarme de mi amigo Paco y de cómo se lo pasaría unos días aquí. Me lo estoy trabajando a ver si le convenzo y me hace alguna visita de fin de semana. No sé si lo lograré, pero estaría muy bien. En el fondo creo que lo hago por puro egoísmo, me temo que lo de invitarle a venir es más por mi que por él, porque no se me ocurre mayor lujo que ver alguna de estas salas de cualquiera de estos museos con él: creo que no conozco a nadie que disfrute del arte y lo viva con tanta pasión. Aún tengo tiempo para convencerle... jejeje....

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