He vuelto a los Proms.
Había estado un par de veces en el verano del 90, cuando vine a Londres a ver a Adriana.
Entonces no tuve que sacar yo la entrada y no me enteré muy bien de cómo iba la cosa.
Ahora, 29 años después, se hace una cola por la mañana, para evitar que la gente se pase todo el día esperando a la intemperie, y a partir de las 9 reparten unos números para hacer la cola de la tarde y comprar la entrada.
Todo en riguroso orden británico: ningún tumulto, ni el menor intento de colarse, sin atropellos, con absoluta impasibilidad y paciencia.
He tenido la suerte de tener delante de mí, en el puesto 12 de la cola, yo era el 13, a un señor que se ha encargado de asesorarme sobre a qué hora debía estar por la tarde, cómo debía entrar en la arena para lograr el mejor sitio y qué hacer durante el descanso para no perder nuestro lugar en la primera fila...
Beethoven maravilloso, emocionante, gigantesco.
Tengo aún unos cuantos días por delante: repetiré.
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