Y caminando iba pensando que ganar / Siempre es tentar a la otra cara de la suerte / Y que por eso te hacen daño los huesos / Cuando golpeas fuerte //
Y así se fue chasqueando los dientes / En memoria de algún actor / Cuyo nombre se ha perdido / Y que hacía de bandido //
Y sintió la alegría del olvido / Y al andar descubrió la maravilla / Del sonido de sus propios pasos / En la gravilla...
[El canto del gallo, Radio Futura, 1987]

lunes, 2 de abril de 2018

So hard, my God!

Lo del turismo es una actividad agotadora. Te propones ir a pasar unos días en una ciudad para descansar, pero aprovechar para ver (y si es posible fotografiar) todo lo que se pueda ver (y fotografiar). Te planteas entrar en un museo y quieres verlo completo, hasta la última sala, hasta el último cuadro y la última escultura. Eso, muchas veces, a pesar de que no has visitado muchos de los museos de tu propia ciudad. Ni los parques. Ni los monumentos. Ni muchas de esas cosas que no puedes, de ninguna manera, dejar ver cuando estás en una ciudad que no es la tuya.

Hoy he vuelto al Museo Británico. Pero no un martes por la tarde al salir del cole en "mi tarde buena", como suelo hacer, sino el lunes de después de Semana Santa, que es fiesta aquí y que además aún no se han ido a casa ni los españoles, ni los italianos, ni todos los millones de extranjeros de visita que andan por esta ciudad...

Tampoco es que uno de esos martes por la tarde que yo suelo ir, el museo esté medio vacío, en absoluto, pero hoy lo he visto "a pleno rendimiento" con un tumulto en cada sala, y cientos de personas yendo de aquí para allá, y unos padres desesperados buscando a una niña perdida, y grupos despistados tratando de seguir a sus guías, y señores exhaustos en sillas de ruedas...

Y al bajar a los baños María ha oído a una señora decir, agotada, 'so hard, my God!', y yo me he encontrado con la escena de la foto: unas cuantas personas ya rendidas, que ya habían decidido que el museo las había vencido: uno durmiendo, varios leyendo, alguno simplemente esperando a que llegaran las cinco y media y que alguna de las personas que trabajan en el museo le invitara amablemente a salir y poder huir sin oponer resistencia, sólo dejándose llevar hacia la salida y a su alojamiento y a domir hasta mañana, que quizá les espere la National Gallery o el Victoria & Albert o la cola para subir al London Eye o el Museo de Historia Natural, o quizá, con un poco de suerte, el tren al aeropuerto y llegar a casa y descansar, por fin, de las vacaciones en Londres.

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