Y caminando iba pensando que ganar / Siempre es tentar a la otra cara de la suerte / Y que por eso te hacen daño los huesos / Cuando golpeas fuerte //
Y así se fue chasqueando los dientes / En memoria de algún actor / Cuyo nombre se ha perdido / Y que hacía de bandido //
Y sintió la alegría del olvido / Y al andar descubrió la maravilla / Del sonido de sus propios pasos / En la gravilla...
[El canto del gallo, Radio Futura, 1987]

viernes, 8 de junio de 2018

El atajo

Ya he contado aquí alguna vez que el cole es un laberinto lleno de atajos y de vueltas y revueltas. Originalmente era un convento. Y a lo largo de toda su vida ha sufrido ampliaciones, cambios, reformas y añadidos demasiado improvisados que lo han ido convirtiendo en un edificio atractivo y caótico. Lo que tiene de interesante creo que lo tiene también de difícil de mantener y de poco sostenible.

Uno de esos 'atajos' es el que va de la sala de profesores a la zona de secretaría sin tener que atravesar el patio para ir de un edificio a otro. Es por donde me llevó el conserje el primer día que llegué para ir al despacho de la directora.

Después de ese primer día he usado muchas veces ese camino para ahorrar unos minutos y no llegar tarde a clase o al comedor.
Y poco a poco he ido sintiendo el placer de que sea uno de los poquísimos lugares silenciosos del instituto. Unos pocos metros en los que hay silencio. Una especie de oasis de silencio en mitad del alboroto del colegio.
Estos días, además, se está convirtiendo en un pequeño jardín maravilloso en el que cada día hay algo nuevo que descubrir: hoy he encontrado estas flores preciosas, pequeñas, ocultas en esa especie de callejón poco transitado.

Una delicia. Un descanso.


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