Y caminando iba pensando que ganar / Siempre es tentar a la otra cara de la suerte / Y que por eso te hacen daño los huesos / Cuando golpeas fuerte //
Y así se fue chasqueando los dientes / En memoria de algún actor / Cuyo nombre se ha perdido / Y que hacía de bandido //
Y sintió la alegría del olvido / Y al andar descubrió la maravilla / Del sonido de sus propios pasos / En la gravilla...
[El canto del gallo, Radio Futura, 1987]

domingo, 10 de junio de 2018

Stonehenge

Stonehenge, desde hace muchísimos años, es una de las cosas que está en mi lista de cosas que me gustaría ver antes de morirme. Y desde siempre en uno de los puestos más altos.

Y era una de las cosas que quería no perderme en estos meses aquí.

Hoy ha sido el día: excursión en tren a Salisbury, visita a la catedral, luego a las stones, como dicen aquí, y al final hemos terminado viendo, aunque haya sido un poco rápido, el sitio de Old Sarum, el primer asentamiento de lo que hoy es Salisbury.

Ha sido un día maravilloso: nos ha hecho muy buen tiempo, se nos ha dado todo fenomenal y cada vez confirmo más lo bien que se nos da a María y a mi andar por ahí juntxs.
Un gusto.

Dos cosas, una en positivo y la otra no estoy seguro: el sitio es un espectáculo alucinante. Por poco que hayas leído sobre el monumento o por poco que sepas sobre él, es emocionante imaginar lo que supone: el esfuerzo, la cantidad de gente involucrada, la logística para calcular y coordinar... es un trabajo asombroso.

He estado hablando con Bellotti en el instituto, mi profe de inglés, y me decía que él, como me ha contado más gente, ha ido por allí hace años y que entonces no había turistas, ni entrada que pagar, ni autobuses, ni valla. Sólo ovejas. Y que claro que es algo asombroso, pero que hay muchos otros monumentos semejantes por aquí, quizá no tan espectaculares pero sí parecidos, a los que no va ni Perry.

Y con este comentario viene la segunda cosa: este lugar es un parque temático lleno de gente a la que no es muy seguro que le interese especialmente la prehistoria, la vida en el neolítico o los cromlech, y que de hecho están allí como quizá podrían estar en la National Gallery o en Hyde Park o en la exposición de Harry Potter.
Esto, sin duda, le quita bastante interés al asunto. O se lo pone, según se mire.

Me pasó lo mismo cuando estuve en Pompeya después de haber visitado unos días antes Ostia. Parece que hay algo en esas visitas multitudinarias que tiene más que ver con el márketing que con el verdadero interés por lo que estamos viendo.
También lo pienso con las colas del museo del Prado o del Reina Sofía para ver a Velázquez o a Dalí, o con las muchedumbres que llenan el British a cualquier hora del día, todos los días de la semana. Ejemplos no faltan.

En fin, no tengo las ideas muy claras sobre todo esto: ¿cómo se limita el número de gente que puede ir a estas cosas? ¿y quién lo hace? ¿basta con que haya que pagar una entrada? ¿compensa que con esa entrada y con la tienda se pague a quienes investigan allí? ¿vale el criterio de que aunque vayas sin que te interese, algo queda...?


Estuve pensando mucho qué foto poner aquí sobre este día. Al final me decidí por ésta, en la que el monumento queda un poco en segundo plano, pero que creo que habla bien de cómo efectivamente para mucha de la gente que está por allí cada día el monumento es sólo un segundo plano sobre el que hacerse un selfie molón para enviarlo por guasap a lxs colegas que no han podido ir.


En cualquier caso, la visita ha merecido muchísimo la pena, hemos disfrutado como enanxs dando vueltas a las piedras y mirándolas por aquí y por allá, y a mi me ha encantado poner otro tick en mi lista de cosas para ver antes de morirme...

No hay comentarios:

Publicar un comentario