Desde la casa en la que estoy viviendo ahora tardo sólo unos 11 minutos en llegar al cole. Todo un lujo para las distancias y los tiempos que suelen usar los londoners para moverse de un sitio a otro.
A pesar de vivir tan cerca de donde trabajo no suelo repetir camino dos días seguidos. Por algún motivo, un día voy por una y al siguiente cambio de itinerario, improviso un poco, me meto por alguna calle que hace días que no he recorrido, y procuro ir siempre atento por si de repente descubro algo que aún no he visto: una tienda que me llama la atención, un árbol deseando florecer y que por fin estos días lo consigue, un par de puertas pintadas para ser las más molonas de todo Ladbroke Grove...
Quizá lo que intento es alterar las rutinas para no caer en el tedio, para que todo siga sorprendiéndome, para no creerme nunca que soy el hámster que da vueltas en su ruedita.
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