Desde que llegué a Londres he dado un montón de clases particulares. Las libras me han venido muy bien, claro, pero además ha sido un espacio que me ha sentado muy bien para no perder la perspectiva de cuándo estás enseñando y cuándo no.
En el aula por supuesto que enseñas, pero también gastas una cantidad de energía enorme en que el grupo esté tranquilo y no alborote de más, sobre todo en los grupos de más pequeños. Esa energía a mi me sale carísima...
Y sin embargo en las clases particulares el aire es completamente diferente: un chico o una chica interesado en aprender y en aprobar, que te exprime como un limón para que le pases todos los conocimientos que puedas de la materia que sea. De esas clases particulares acabo igual de cansado o más que en las del aula, pero a veces las disfruto muchísimo más.
Hoy he tenido varias y serán las últimas: están terminando exámenes y ya está todo el pescao vendido...
[La foto la he hecho cuando volvía a casa después de mi última clase del año...]
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