Cuando me llamaron para venirme a Londres, la persona con la que hablé me dijo que me olvidara de ganar pasta aquí, que quienes venían como yo (en las condiciones laborales con las que estoy) pasaban aquí una temporada fritos de pasta, pero lo hacían por la experiencia y por el inglés.
Tal cual.
Hace unos días pasé el ecuador de mi estancia en Londres.
Lo de las condiciones precarias me quedó claro desde el minuto uno: a los profes interinos se nos paga con sueldo español en un país en el que la vivienda cuesta al menos tres veces más que en España.
Lo del inglés lo estoy intentando: seguro que vuelvo con mejor inglés del que traje, aunque me está costando mucho soltarme a hablar. Esa confianza y ese desparpajo de ponerme a hablar sin preocuparme de si cometo errores o no ha sido siempre mi tara con los idiomas. Y aquí estoy volviendo a ponerme a prueba otra vez...
Y lo mejor, sin ninguna duda, la experiencia.
Por un lado la ciudad, claro, que es un festival inacabable si te gusta el arte y la música y la arquitectura y los libros y caminar de un lado a otro. Los museos son una fiesta (y gratuitos) y simplemente pasear por la calle es un espectáculo.
Y por otro lado, lo que creo que me está gustando más, alguna de la gente que estoy conociendo: compañerxs del cole, algunas personas que me han llegado por contactos de contactos, gente que he encontrado por casualidad...
Esta tarde, después de mis dos últimas horas de la semana con los primeros de secundaria (que son un par de grupos bastante insoportables con los que es dificilísimo trabajar y menos a esas horas, y que me dejan, a mi y a cualquiera, el cerebro completamente frito, como un castigo al terminar el viernes para que de verdad no te queden dudas de que te estás ganando el descanso del fin de semana), pues digo que después de esas dos clases que son como una condena, nos hemos ido a tomar algo un grupito de profes.
Hoy hemos ido a uno de los pubs que hay en Portobello, uno que tiene un lovely garden en el que poder sintetizar vitamina D. Y de repente esas personas que en el cole andamos a la carrera por los pasillos del cole, enfrascados en los ordenadores de la mesa de profes, en una mesa por ahí perdidos corrigiendo exámenes, comiendo como pavos en menos de una hora para poder llegar a la siguiente clase, esas personas se convierten en gente relajada, con conversaciones maravillosas y con experiencias de vida que resulta fascinante compartir.
Un placer llegar a casa después de ese rato compartido, dejar las cosas sobre la mesa, y sentarte un rato a leer o a escribir con la cabeza ya en otro sitio y en otra cosa que no son las aulas...
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